domingo, 19 de junio de 2016

* "El placer de Lucía" - RELATO ERÓTICO


Ya metida en la cama seguía con su imagen en la cabeza, como muchas otras noches. Al hablar por teléfono siempre sentía, casi con dolor, cuánto le echaba de menos. Y al colgar, ya no podía pensar en ninguna otra cosa más, en nadie más. Solo en las rutinas cuando estaban juntos, en su boca, en las risas de las pequeñas bromas, en su boca, en los silencios de cada uno en sus respectivas tareas pero uno al lado del otro, en su boca, en el sexo divertido o trascendente, rápido o interminable, en su boca… y comenzaba a sentir calor. Un calor que recorría su cuerpo anhelante de las caricias de su hombre.


Lucía cerraba los ojos y lo imaginaba junto a ella, entre las sábanas, abrazándola, mientras se iba despojando de lo poco que vestía para dormir dispuesta a recordarle físicamente reviviendo esos placeres. Sentía su cuerpo templado junto al de ella, y pensaba en cómo solía desnudarla, con parsimonia, recreándose en la excitación que la invadía.
Apagó la luz. Las manos iban subiendo y bajando por su propio cuerpo, recorriendo despacio sus curvas y huecos. Manoseando sus pechos con lujuria.  Tanto apretaba los ojos que podía oír las tiernas palabras de su amado susurradas en su cerebro y que provocaban en ella la erección de unos pezones que esa noche, nadie iba a morder. Se revolvía inquieta en la cama, deseosa de frotar su cuerpo contra otra piel y así, por completo excitada por el deseo, comenzó a deslizar sus manos por su vientre, a tocarse los muslos y disfrutar con sus nalgas. Y pensó en su boca. Una boca que la besaba apasionadamente, a veces con la avidez del hambriento, con rabia, y otras con la dulzura del pájaro que se arrima al polen de su flor favorita. Y la sintió cercana. Sintió su aliento cálido entre las piernas y las abrió. Deslizó los dedos por su pubis recreando lo que necesitaba sentir. Y pensó en su lengua. Le sobró con acercarlos a las puertas de su vagina para empaparlos de ganas y, acto seguido, emprender el camino que su amante sabía recorrer tan placenteramente con la lengua. Lucía se masturbaba disfrutando cada mimo, cada roce que se otorgaba imaginando que era él quien con su boca la estaba llevando al orgasmo. Inmersa en su fantasía era capaz de percibir sus lametones, su humedad, sus ardientes labios, la punta de aquella lengua que la volvía loca y hacía vibrar su clítoris rodeándolo, frotándolo con ternura. Empapada por completo, jadeante, con el corazón acelerado, sólo quería dejarse llevar. Y evocando imágenes de encuentros anteriores, que había  almacenado con codicia, tales como la mirada febril y penetrante de su amante surgiendo entre sus piernas, se encendió todavía más. Por lo que no pudo más que acelerar el ritmo de su mano derecha mientras se adentraba con la izquierda en buscar más placer. Pero seguía pensando en cuánto le apetecían esos otros dedos que sabían llegar a sus zonas erógenas más ocultas. Y con la ilusión de esa lengua caliente sobre su sexo, a la que él sólo daba descanso para preguntarle si continuaba con aquello que para él también era un festín, Lucía liberó toda la pasión de su interior junto a un satisfactorio grito de éxtasis.
Después, disfrutó de su recuerdo un poco más con las manos, con el pensamiento, con todo el cuerpo, intentando bajar la intensidad de sus latidos.
Un mensaje de buenas noches vía móvil a su amado y cerró los ojos exhausta. Pero ahora para conciliar el sueño y agotar las horas de un día ya a descontar de los que faltaban para poder vivir juntos todos esos placeres.



FIN

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